La joven se encontraba frente a una gran e importante encrucijada. Sabia que afectaría a su vida, muy a su pesar, lo que decidiese en ese instante determinaría su futuro. Estaba frente a una decisiva elección, frente a dos caminos distintos y ninguno de ellos desvelaba lo que ocultaba...
Miró a uno y otro detenidamente, escudriñando, intentando averiguar si el que, finalmente eligiese, seria el correcto. Pero... los dos tenían el mismo aspecto, los dos presentaban las mismas facilidades, las mismas dificultades... los dos eran iguales, pero en el fondo distintos. Uno le llevaba a un lugar y, el otro, a otra parte, diferentes caminos que elegir... una sola elección.
Siempre era igual, cuando parecía que todo era llano, cuando no se veían dificultades a la vista, cuando todo era un mismo camino... te aparecían esas difíciles decisiones, esos caminos que se dividen.
Tenía que seguir, y elegiría un camino, una senda de las dos que se le presentaba enfrente de sus ojos. Si, lo tenía que hacer, no podía estar quieta, siempre había que avanzar, siempre avanzar, siempre había que elegir, siempre habría dos o más decisiones que tomar, y siempre sin mirar atrás, sin lamentarnos del camino que hemos escogido al fin, puesto que nunca se puede retroceder y elegir de nuevo...
Se levantó, decidida, y eligió uno de las dos sendas de la encrucijada.
La vida, al fin y al cabo, es una acumulación de decisiones.
jueves, 29 de julio de 2004
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