miércoles, 26 de noviembre de 2008

Venganza

Sus ojos eran dos profundos pozos de oscuridad que ardían con fuego. Su boca se había vuelto una línea delgada en su rostro, con un toque de color donde sus labios se juntaban. La sangre se resecaba lentamente en su cara, marcando más aún las dos líneas blancas que empezaban en sus ojos, bajaban por sus mejillas y se perdían por su cuello. Su pelo oscuro, alborotado, y salvaje, estaba ahora erizado, acompañando con sus movimientos la respiración de la chica. Subía y bajaba, y volvía a subir y bajar, mientras el aire salía lenta y furiosamente de sus pulmones. Sus manos se habían transformado en puños, con los nudillos tan blancos y tirantes que se podía observar cada detalle del hueso en ellos.
Permanecía quieta. Observando. En tensión.
Y cuando vio que él hizo un gesto, se lanzó hacia aquella vena palpitante de su cuello. Por primera vez, no mataría para sobrevivir. Por primera vez la movía un sentimiento que no conocía, una sensación de rabia le llenaba todo su cuerpo. Después de mucho tiempo recordó que una vez había sido humana y no una loba... y que la que yacía a sus pies, con sus ojos vacíos y la mirada perdida, era su madre. No le importó el destello plateado que el hombre tenía en las manos, manchado de sangre. No le importaron sus ojos llenos de terror cuando estuvo a unos pocos centímetros de él. Ni siquiera el pánico en su rostro, el temblor en su cuerpo, el cuchillo cayendo al suelo, clavándose al lado de las grandes botas marrones que llevaba, el grito que nunca se llegó a oír en el bosque. No le importó nada... tan sólo el sabor metálico, ligeramente dulce, deslizándose por sus dientes.

.