miércoles, 22 de diciembre de 2004

Cuento de Navidad



Hace tiempo que no actualizo esto ¬¬ (no por falta de tiempo, sino por falta de ganas, en fin, que cuando a un@ no le apetece hacer algo... pues es dificil ponerse a ello). Como la inspiracion se ha tomado un tiempo de descanso despues de la paliza que hizo el fin de semana (bastante ha trabajado la pobre), voy a poner un cuento de navidad, que me "regalaron" el año pasado. Lo tenia por ahí almacenado, y pienso que es un bonito texto para compartir con tod@s los que pasan por el blog :D
Espero que les guste

Cuento de Navidad
Ray Bradbury

El día siguiente sería Navidad y, mientras los tres se dirigían a la estación de naves espaciales, el padre y la madre estaban preocupados. Era el primer vuelo que el niño realizaría por el espacio, su primer viaje en cohete, y deseaban que fuera lo más agradable posible. Cuando en la aduana les obligaron a dejar el regalo porque pasaba unos pocos kilos del peso máximo permitido y el arbolito con sus hermosas velas blancas, sintieron que les quitaban algo muy importante para celebrar esa fiesta. El niño esperaba a sus padres en la terminal. Cuando estos llegaron, murmuraban algo contra los oficiales interplanetarios.
-- ¿Qué haremos?
-- Nada, ¿qué podemos hacer?
-- ¡Al niño le hacía tanta ilusión el árbol!
La sirena aulló, y los pasajeros fueron hacia el cohete de Marte. La madre y el padre fueron los últimos en entrar. El niño iba entre ellos, pálido y silencioso.
-- Ya se me ocurrirá algo --dijo el padre.
-- ¿Qué...? --preguntó el niño.
El cohete despegó y se lanzó hacia arriba al espacio oscuro. Lanzó una estela de fuego y dejó atrás la Tierra, un 24 de diciembre de 2052, para dirigirse a un lugar donde no había tiempo, donde no había meses, ni años, ni horas. Los pasajeros durmieron durante el resto del primer "día". Cerca de medianoche, hora terráquea según sus relojes neyorquinos, el niño despertó y dijo:
-- Quiero mirar por el ojo de buey.
-- Todavía no --dijo el padre--. Más tarde.
-- Quiero ver dónde estamos y a dónde vamos.
-- Espera un poco --dijo el padre.
El padre había estado despierto, volviéndose a un lado y a otro, pensando en la fiesta de Navidad, en los regalos y en el árbol con sus velas blancas que había tenido que dejar en la aduana. Al fin creyó haber encontrado una idea que, si daba resultado, haría que el viaje fuera feliz y maravilloso.
-- Hijo mío --dijo--, dentro de medía hora será Navidad.
La madre lo miró consternada; había esperado que de algún modo el niño lo olvidaría. El rostro del pequeño se iluminó; le temblaron los labios.
-- Sí, ya lo sé. ¿Tendré un regalo? ¿Tendré un árbol? Me lo prometisteis.
-- Sí, sí. todo eso y mucho más --dijo el padre.
-- Pero... --empezó a decir la madre.
-- Sí --dijo el padre--. Sí, de veras. Todo eso y más, mucho más. Perdón, un momento. Vuelvo pronto.
Los dejó solos unos veinte minutos. Cuando regresó, sonreía.
-- Ya es casi la hora.
-- ¿Puedo tener un reloj? --preguntó el niño.
Le dieron el reloj, y el niño lo sostuvo entre los dedos: un resto del tiempo arrastrado por el fuego, el silencio y el momento insensible.
-- ¡Navidad! ¡Ya es Navidad! ¿Dónde está mi regalo?
-- Ven, vamos a verlo --dijo el padre, y tomó al niño de la mano.
Salieron de la cabina, cruzaron el pasillo y subieron por una rampa. La madre los seguía.
-- No entiendo.
-- Ya lo entenderás --dijo el padre--. Hemos llegado.
Se detuvieron frente a una puerta cerrada que daba a una cabina. El padre llamó tres veces y luego dos, empleando un código. La puerta se abrió, llegó luz desde la cabina, y se oyó un murmullo de voces.
-- Entra, hijo.
-- Está oscuro.
-- No tengas miedo, te llevaré de la mano. Entra, mamá.
Entraron en el cuarto y la puerta se cerró; el cuarto realmente estaba muy oscuro. Ante ellos se abría un inmenso ojo de vidrio, el ojo de buey, una ventana de metro y medio de alto por dos de ancho, por la cual podían ver el espacio. el niño se quedó sin aliento, maravillado. Detrás, el padre y la madre contemplaron el espectáculo, y entonces, en la oscuridad del cuarto, varias personas se pusieron a cantar.
-- Feliz Navidad, hijo --dijo el padre.
Resonaron los viejos y familiares villancicos; el niño avanzó lentamente y aplastó la nariz contra el frío vidrio del ojo de buey. Y allí se quedó largo rato, simplemente mirando el espacio, la noche profunda y el resplandor, el resplandor de cien mil millones de maravillosas velas blancas
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¡¡Feliz Navidad a tod@s!!!
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El pensamiento de hoy

lunes, 13 de diciembre de 2004

"La despedida" y III

(parte 3 y ultima)
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Cuando ya no quedaron más lágrimas en su interior, cuando ya le había dejado ir finalmente, pues sabia que ella estaba ahora en un lugar mejor, donde ya no tendría más sufrimiento, donde ya estaba curada de la enfermedad que había padecido… entonces, salió de la habitación donde había permanecido hasta ese instante, tenía que dar la mala noticia a los demás.
No hizo falta decir nada al salir de allí, sus ojos rojos de tanto llorar dijeron lo que de su boca no pudo salir: Helena ya no estaba entre ellos, había muerto, había dejado de sufrir finalmente.
No por esperada, la noticia les hizo menos daño, todos derramaron también muchas lágrimas por la amiga, por la hermana, por la madre que desaparecía de sus vidas.

Un hombre se acercó a él, su mejor amigo, para abrazarle y darle ánimos, en sus brazos llevaba, dormida, a la hija pequeña de ambos, era su padrino, la había estado cuidando desde que su madre ingresara en el hospital, en sus últimos días de vida y él ya le había estado explicando, lo mejor que había podido, lo sucedido, (aunque explicar a una niña pequeña que su madre ya no estaría a su lado para verla crecer era muy complicado, terriblemente complicado). A pesar de su corta edad (pues sólo contaba con cinco años), la niña había demostrado gran madurez (asemejándose a su madre en eso), y había comprendido que, para no sufrir más, ella tendría que dejarla, estaría observándole desde el cielo, y que, a su lado, siempre estarían su padre y su padrino para hacerle compañía.
Al sentir que le depositaban en otros brazos, la pequeña abrió los ojos, y al ver la cara llena de lágrimas de los dos, comprendió lo sucedido, y se reunió en el gran abrazo que se daban los maduros hombres e inseparables amigos desde el primer día que se habían conocido.

Una débil sonrisa se dibujó en el rostro de Helena al observar, desde el lugar donde nacen las nubes, donde se juntan las almas al ascender al cielo, el gran abrazo que se daban sus seres más queridos. Ella, a pesar de que ya no estaría con ellos corporalmente, les acompañaría eternamente.

Ven, cálmate no llores más
Sin cierras los ojos verás que sigo aquí…
… junto a ti


Fin

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Espero que os haya gustado :D
Y bueno, digamos que tengo ideas muy raras cuando oigo canciones, siempre tiendo a imaginar cosas diferentes a lo que piensan los demás... y algunas pocas de ellas suelen terminar escritas en papel (o en el ordenador, como es en este caso)
Gracias por leerlo

domingo, 12 de diciembre de 2004

"La despedida" II

(parte 2)
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Yo quiero irme de allí, no puedo escapar
Necesito volverte a abrazar


Sus ojos se cerraron poco a poco, la luz de la lámpara se intensificaba, todo se volvía de un color más blanco, una gran paz interior invadía su ser. Los latidos de su corazón espaciaban su ritmo hasta que…
Ya no hubo más.

Ven, cálmate no llores más
Si cierras los ojos verás que sigo junto a ti
Que no me iré sin besar
Una de esas lágrimas que van desde tu cara al mar
La vida viene y va y se va…


Miró la escena que tenía enfrente: una cama de hospital, dos personas en la cama, una de ellas tumbada sobre el pecho de la otra… su cuerpo. No pudo evitar que las lágrimas, que creía agotadas, empezasen a brotar de sus ojos. Se acercó, su alma, ella era invisible y se deslizaba por el suelo muy lentamente, no quería irse sin antes besar, por última vez, a Joan, a su amor, a su verdadero amor.

Era una ilusión, o eso parecía, pues había sentido, en su mejilla, un leve, dulce y tierno beso, de la misma manera que ella le daba siempre. Pero… no podía ser, pues Helena se encontraba en la cama, él estaba apoyado sobre ella, sobre su pecho, y el beso provenía de otra parte. No, no quería ni tan siquiera pensar que “eso” ya había ocurrido, no quería pensar que ya no estaba, que la muerte se la había llevado finalmente. Apretó la mano de Helena que sostenía, pero ella ya no respondió a su suplica, ni tan débilmente como la ultima vez. Cerró los ojos, la cabeza seguía apoyada en su cuerpo, las manos sosteniendo la mano que ya no le respondía… se resistía a aceptarlo.

Salgo del portal, quiero morir
Tú en la habitación, llorando por mí


Tenia que marcharse, no le quedaba ya mucho tiempo para permanecer en el mundo, su lugar ya no estaba entre los vivos, a partir de ahora les observaría desde un lugar más lejano y distante… desde el cielo velaría por él, por todos los que quería y que se quedaban allí en la tierra.

Tú me has hecho tan feliz, que siempre estaré
A tu lado, cuidando de ti


Las formas se desdibujaban poco a poco, y la cama, las dos personas, la lámpara, la habitación… todo desapareció bajo la claridad y la blancura que le rodeaba, donde ella pertenecía ahora… el cielo sería su hogar desde ese mismo momento.

sábado, 11 de diciembre de 2004

"La despedida" I


Introducción
Visto que mucha gente empieza a desempolvar y quitar el polvo de los archivos o cajones ^.^, creo que yo también me animo a ello :)
Como breve introducción sólo puedo decir que esta es una historia que escribí hace unas semanas. La tenia almacenada, pero no me atrevía a enseñársela a nadie, bueno, si, un par de personas la leyeron... y les gustó bastante. Así que, ahora, me he decidido a ponerla en la red, para que otras personas (si, vosotros, los que estáis al otro lado) puedan verla y leerla.
Sólo pido, y se que es mucho pedir, que tanto si os ha gustado como si no, dejéis un comentario. Lo que sea, aunque sólo sea un "." o un "*"... lo que prefiráis. Pero, bueno, si no queréis, pues no os obligó ^.^ sólo deseo que os guste, a pesar de lo trágica que es.
Besos
Lyl

Pd: La pondré en varias partes, ya que es un poquito larga ;)
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"La despedida"
(Nota: El texto que esta en cursiva pertenece a la canción titulada “Adiós” del grupo español “La oreja de Van Gogh” de su disco “Lo que te conté mientras te hacías la dormida”)

Estaban solos.
Una pálida luz se encargaba de dibujar las débiles sombras, y delimitaba, suavemente, los rostros de los dos únicos ocupantes. Los demás se encontraban fuera de la estancia, esperando en el pasillo el fatal desenlace, ella así lo había pedido, quería estar a solas con él hasta el final.

Tengo que irme ya, abrázame
Nada más llegar, te llamaré

Y ahí estaban, al final de todo, la enfermedad había vencido, y sólo quedaba esperar, esperar el ultimo suspiro y luego… luego la paz.
La mano de Joan sujetaba fuertemente las delgadas y pálidas manos de Helena, ya sin fuerzas para nada más, con una tranquilidad que se reflejaba en su rostro, contrastando con la mirada llena de lágrimas de su acompañante.

Déjame marchar, no llores más
Túmbate otra vez, te dormirás

Tenía la cabeza de él apoyada en su pecho y le acariciaba, con la mano que quedaba libre, el pelo tan castaño y tan rebelde del hombre del cual se había enamorado profundamente. Ella ya sabia que, por desgracia, la enfermedad que tenia no había forma humana de curarla, no había solución posible, pues había investigado en todos los lugares, había ido preguntando a todo el mundo que podía, había buscado en los lugares más recónditos y a las personas más expertas, pero nadie, nadie conocía su cura, la solución a la enfermedad que le carcomía por dentro el cuerpo. Si tan sólo hubiera sido cáncer lo que le rompía el interior por dentro (ya que este en muchos de los casos se podía curar o existía tratamiento para paliarlo), pero no, no lo era, lo que tenia era tan complicado y tan difícil de explicar… destruía los órganos interiores, dejaba sin funcionamiento, poco a poco, el sistema circulatorio, los pulmones, el corazón… todo dejaba, algún día de funcionar y así acababa con su vida… se habían dado tan pocos casos en el mundo que nadie sabia nada de nada sobre esa inexplicable enfermedad.

Reflexionaba sobre todo ello mientras pensaba en todos sus años de felicidad que había pasado junto a la persona que le acompañaba en esos últimos instantes, y que se encontraba agarrada fuertemente junto a ella, no queriéndole dejar marchar.

Te he dejado atrás, no pienso en ti
Oigo “adiós amor”, cae sobre mí


Sus lágrimas ya se habían agotado, no le quedaba más para llorar por el futuro que no tenía. Sólo, esperaba, que los que dejaba atrás, pudiesen rehacer su vida sin ella a su lado, había asumido su marcha, sabia que iba a morir, tarde o temprano, aunque lo irremediable había ocurrido demasiado pronto, más de lo esperado.

¿Por qué?
¿Por qué, ahora que era tan feliz, la vida se empeñaba en arrebatarle lo que más quería?
¿Por qué la enfermedad era tan cruel?
¿Y por qué tanto sufrimiento?
No quería separarse de ella, no quería que se fuese, que le dejase solo. Quería estar con ella, vivir juntos, felices como hasta ahora.
Por ello, agarraba fuertemente su mano con la de ella, apoyaba su cabeza sobre su pecho enfermo, intentando de esta manera, contagiarle un poco de la salud que no tenia, de la vida que se le iba tan rápidamente.
“No te vayas” ”No te la lleves”, gritaba interiormente a la muerte, mientras sus lágrimas caían lentamente sobre la ropa blanca que vestía a Helena.

miércoles, 8 de diciembre de 2004

Poesías desde la naturaleza


Un árbol

La lluvia caía,
cercana, distante,
el cielo rugía,
mas, yo me erguía,
alto, elegante.

Gotas de vida,
y de energía,
minúsculos copos,
que de agua caían,
traían la limpieza
de noche y de día.

Solitario árbol
que espera cansado
recibiendo está,
de nuevo, la vida.


Paloma

Paloma blanca que vuela
Paloma blanca que enseña
Paloma blanca que mandé llamar
Para dar al mundo una oportunidad
Trae en su pico la palabra “PAZ”