A pesar del frío, el guitarrista se mantenía impasible en medio de la plaza. Tocando y tocando, dejando que las notas surgiesen, sintiéndose acompañado por ellas, sin hacer caso a la gente que deambulaba, aquí y allá, a su lado, haciendo fotos a la fuente, hablando o simplemente paseando. Sin percatarse de él, sin darse cuenta de su presencia. Tampoco le importaba. No, a él nada le afectaba eses ir y venir constante. Dejaba que sus dedos se deslizasen por las cuerdas de la guitarra, trasportándole a un mundo que sólo él conocía, que sólo él estaba. Un mundo hecho por y para él mismo. Lo demás no importaba. Ni la gente, ni el frío, ni el ruido. Nada.
Sólo la música… que salía de su guitarra.
Sólo eso
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