viernes, 21 de enero de 2005

El sueño



Como siempre, se echaba a la cama y se dormía entre preocupaciones, problemas y demás desastres que poblaban la rutina diaria.
Y, como siempre, soñaba con un mundo diferente, un mundo donde todo eso fuese sólo un simple espejismo, una ilusión que pudiera desechar y rehacer, un mundo donde la palabra “guerra” estuviese extinguida por no usarla, un mundo donde las armas lanzasen pétalos de flores y los cañones no existiesen.
Un mundo lleno de personas que se ayudasen unas a las otras, donde todos estuviesen dispuestos a ayudar a sus congéneres, y donde no existiesen los delitos.
Un mundo lleno de palabras hermosas y sueños realizables, un lugar donde las palabras “hambre”, “catástrofes”, “desastres”, “pobreza” estuviesen olvidadas y no recordados sus significados.
Un mundo donde todo fuese perfecto, un mundo donde poder vivir en paz y armonía.
Un mundo que no fuese sólo un sueño.

Y como siempre, al sonar el despertador, lo apagaba con desgana, abría los ojos mirando el blanco techo de la habitación, y volvía a cerrar los ojos con fuerza, intentando regresar a ese lugar idílico:
Soñando que el sueño era real y lo real sueño.
Soñando que ese mundo en realidad existía y su vida era sólo un sueño.

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