El espacio es pequeño. Muy pequeño. Tremendamente pequeño. Agobiante. Hay poco aire. Un silencio abrumador rodea a la figura que se encuentra ahí tumbada. O, al menos, hasta que se da cuenta de la situación en la que se encuentra. Después, el sonido de su respiración es lo único que escucha junto a tierra cayendo. Se acaba de despertar y, aunque ha abierto los ojos, la oscuridad permanece a su alrededor. Sus manos se apoyan desesperadas sobre lo que tiene encima. Empuja con todas sus fuerzas pero las palmas chocan con el peso y la frialdad de la madera. Cada vez hay menos aire. La desesperación se apodera de ella mientras golpea una y otra vez. No sirve de nada. Se encuentra ya a dos metros bajo tierra. Cada vez hay menos aire. Cada vez menos. Y el silencio es cada vez mayor.
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sábado, 26 de abril de 2008
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